En la segunda mitad del siglo XIX, exploradores y misioneros europeos recorrieron África con el fin de llevar la cultura europea al continente. A partir de 1870 Gran Bretaña y Francia se lanzaron a la conquista.
El objetivo de Gran Bretaña era dominar la fachada oriental del continente africano, obteniendo en su empeño algunos de los mejores territorios, zonas ricas en productos minerales como oro o diamantes.
Francia, por su parte, dominó la zona norte (Marruecos, Túnez y Argelia) y extendió sus dominios hacia Sudán, donde acabó enfrentándose a los británicos.
A esto se sumó la acción del rey de Bélgica Leopoldo II, que inició la exploración de la zona del Congo. También Alemania se instaló en África central.
En 1885, el canciller alemán Bismarck convocó una Conferencia Internacional a la que asistieron 14 países europeos. En la Conferencia se elaboró un acta que estipulaba algunas condiciones para la expansión colonial en África: se garantizaba la libre circulación por los ríos Níger y Congo, y se establecían principios para ocupar los territorios africanos.
En años posteriores otros Estados europeos penetraron en África. A los franceses e ingleses se añadieron los intereses de los alemanes, establecidos en el África negra, y de los portugueses, que ocuparon Angola, Mozambique y Guinea-Bissau. Italia y España también pugnaron por conseguir pequeños territorios. El choque entre intereses se hizo inevitable, y pronto empezaron los enfrentamientos entre diferentes países.
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